¿Por qué esperar al matrimonio para acostarse?
Para contestarte esta pregunta he cogido todos los libros que tengo en mi biblioteca que hablan de amor, sexo, Teología del Cuerpo, Pedagogía del amor… y, me he quedado sin palabras, ¿sabes por qué? Porque por muchas razones antropológicas, teológicas o filosóficas que yo pueda darte sobre este tema, al final eres tú y solo tú desde tu libertad más profunda quien decide qué hacer. Pero solo déjame decirte una cosa, antes de actuar, yo que he vivido un poco más, que tiro un poco de mi experiencia previa, de haberme enamorado como tú y haber sido inquieta, lo suficiente como para pedir razones objetivas para poder entregarme o no antes del matrimonio y no solo por hacer las cosas porque sí. Quiero que te pares y pienses… ¿qué estoy expresando cuando me acuesto con una persona?
Amar con el cuerpo es un regalo propio del ser humano. Y tenemos que reconocer el inmenso valor que tiene. Y no es solo me atraes, me gustas y deseo estar contigo, sino que mi cuerpo está diciendo: -me entrego a ti por completo, en cuerpo y alma, te lo doy todo. Al acostarte con tu novio o novia, piensa: ¿ese deseo de entrega es fruto de la búsqueda de un placer intenso o del gesto verdadero de una entrega total, deseando unirnos en cuerpo y alma total y completamente…? ¡Uf!, ¡Qué vértigo! ¿verdad?
«Medir el amor por la cantidad de cuerpo que se da… no es acertado. La máxima entrega física no es la mejor manifestación del amor; la mejor es la que sea verdadera. (…) Lo mejor no es la máxima entrega física, sino la máximamente verdadera, la entrega física adecuada a la relación>> (J. P. Manglano en el Amor y otras idioteces).
Por muchas vueltas que le des, mientras seáis novios no sois por completo el uno del otro. Compartís vuestro presente pero el futuro aún está en manos de cada uno. Afirma Nicolás Álvarez De las Asturias en su libro “Una decisión original” (2017) que si ya has tenido relaciones sexuales, se vuelve muy complicado distinguir si ese chico o esa chica son los adecuados, porque ya le has entregado tu intimidad: tu cuerpo, tu presente, pero no tu futuro. Y ahora, después de esto… ¿vas a romper?…
Decidir posponer las relaciones sexuales hasta el momento del matrimonio no es aguantarse es dar tu mejor regalo para la otra persona: es el sí más sincero que darás en toda tu vida.
«(…) la espera es en sí un acto de amor hacia esa persona con quien podemos acabar compartiendo nuestra vida; aunque no la conozcamos todavía. Cuando tras la espera uno se entrega a la persona amada por primera vez, no solamente le está entregando su persona entera en esa relación sexual concreta sino que, de hecho, le ofrece de forma implícita el don de la exclusividad, el don de la espera, el don de las dificultades y paciencia que ha tenido en el pasado para conseguirlo. La espera se puede considerar, por lo tanto, como un acto de amor anticipado que se hace realidad o concreto en el momento en que uno se entrega por primera vez a la persona amada (Un momento inolvidable, de J. de Irala)
También las hormonas tienen algo que decir aquí. Cuando tenemos relaciones sexuales segregamos hormonas como vasopresina y oxitocina. Estas hormonas producen apego hacia la otra persona con la que has mantenido relaciones generando una dependencia temporal que puede restar objetividad a la hora de tomar las decisiones adecuadas para ver si esa persona te conviene o no. En el ámbito del matrimonio es maravilloso porque cada vez que mantienes una relación sexual con tu cónyuge te sientes más unido a él y genera un vínculo fortísimo. Por eso, una ruptura después de haber tenido relaciones sexuales es mucho más dolorosa. (El valor de la espera, Jokin de Irala)
Y, para terminar, si eres creyente, te diré que hay un último motivo para esperar y preservar la relación sexual hasta el momento del matrimonio:
“si Dios ha dispuesto que el encuentro sexual sea la expresión física de un amor definitivo y comprometido, esperar es reconocer que hay Alguien por encima de vosotros que sabe más y que ha dispuesto todo para vuestro bien (…) En definitiva, os reconocéis criaturas y no creadores. (Una decisión original, Nicolás Álvarez De Las Asturias)